El Síndrome de Piernas Inquietas (SPI) afecta aproximadamente entre el 7,5% y el 11,5% de la población general, en España, siendo la incidencia tres veces mayor en el sexo femenino.
El trastorno provoca una desagradable y molesta sensación en las piernas, que produce la necesidad irresistible de moverlas. Se inicia o empeora con el reposo o al permanecer sentado o acostado, lo que dificulta o impide el sueño. Mejora al mover las piernas. Aunque se desconoce la causa exacta las investigaciones realizadas han encontrado una asociación entre el SPI y la deficiencia de hierro, así como bajas concentraciones de dopamina en el cerebro.
La falta de detección del SPI puede generar consecuencias graves como: la disminución del sueño, lo que generaría una menor atención y posible riesgo de accidentes de tráfico o laborales. A largo plazo la reducción de sueño afectaría también la capacidad cognitiva y el estado de ánimo. De hecho, los pacientes con Síndrome de Piernas Inquietas tienen diez veces más riesgo de padecer un episodio depresivo y un riesgo casi del triple de suicidio y autolesiones.
En cuanto al tratamiento se han sugeridos fármacos dopaminérgicos. En la actualidad, técnicas modernas de neuroimagen, que evalúan el contenido del hierro cerebral, podrían impulsar un tratamiento pionero para el síndrome de piernas inquietas: hierro intravenoso, señaló la Dra. Laura Lillo, codirectora del Programa de Medicina del Sueño del Hospital Ruber Internacional de Madrid, España, durante una ponencia en la XXXI Reunión Nacional de la Sociedad Española de Sueño (SES).
Una revisión Cochrane de 2019 concluyó, que el tratamiento con hierro intravenoso, que se usa desde hace algunos años, «probablemente» mejora los síntomas de la enfermedad sin aparente aumento del riesgo de eventos adversos. «La implementación de técnicas avanzadas de neuroimagen, como la resonancia magnética craneal de alto campo (3T al menos) con secuencia QSM y la generalización en su uso a todos los pacientes con síndrome de piernas inquietas, es el principal reto para las próximas décadas. Con ello podremos seleccionar mejor a los pacientes candidatos a terapia con hierro intravenoso y también evaluar el beneficio tras el tratamiento», manifestó la Dra. Lillo.